Cada día son más los intérpretes que confirman haber tenido que enfrentarse al impacto psicológico que producen ciertas situaciones durante su trabajo. Aunque la gestión emocional y el impacto psicológico ahora sea un tema que está más visibilizado y normalizado a nivel mundial, no siempre se le ha dado el reconocimiento y la visibilidad necesarios, no solo en el sector de la interpretación, sino en gran parte de los trabajos. Gracias a la investigación y a los avances en psicología, este tema está a la orden del día —especialmente en aquellos trabajos en los que se trata con personas en situación de vulnerabilidad—.
Este tipo de impacto que sufren los intérpretes trae consigo ciertas consecuencias para su salud mental. A continuación, presentamos de manera resumida dos de los fenómenos más comunes que todo intérprete debe conocer para estar al tanto de los síntomas y proceder a gestionarlos, ya sea de manera individual o con ayuda de profesionales o terceros, y para tomar medidas preventivas que eviten que aparezcan en el futuro.
- Síndrome de Burnout o del quemado: se trata de una consecuencia muy común producida por el estrés y la OMS la considera enfermedad profesional en su Clasificación Internacional de Enfermedades. Este síndrome está categorizado como trastorno mental y puede llegar a tener consecuencias fatales en la calidad de la interpretación y, más importante, en la salud del intérprete. Hay tres componentes principales en este trastorno: el agotamiento emocional, la baja autoestima y la despersonalización. Este síndrome se caracteriza por tener diferentes fases: la fase del entusiasmo, la de la desilusión, la de la frustración y, por último, la fase en la que aparecen síntomas como la apatía, el desprecio o el distanciamiento. Detectar el síndrome en las fases iniciales es crucial para evitar que se desarrolle y cause secuelas graves.
- Trauma vicario: este trastorno provoca una transformación en el propio intérprete a causa del compromiso empático que existe entre este y el cliente o paciente. Suele suceder cuando el intérprete se ve reflejado ante una situación que el cliente o paciente está relatando —especialmente aquellas situaciones negativas y traumáticas— o cuando el intérprete empatiza demasiado con la situación que está viviendo el cliente o paciente. Este tipo de trauma, consecuencia de la empatía, puede provocar que el intérprete se sienta incapaz de llevar a cabo su trabajo y también puede provocar ansiedad y depresión. Los trastornos de este tipo son muy frecuentes cuando la interpretación trata, por ejemplo, sobre violencia de género.
Como medida preventiva, el intérprete debe conocer bien cómo reaccionan su cuerpo y su mente ante ciertas situaciones. Para ello, la formación sobre gestión emocional e impacto psicológico es imprescindible, así como acudir a profesionales que puedan ayudarnos a conocer nuestra mente y nuestro cuerpo. Es muy importante conocerse a uno mismo, saber qué límites tiene cada uno y aprender a escuchar a nuestro cuerpo. A día de hoy, afortunadamente, cada vez son más las personas que optan por acudir a un profesional para aprender a gestionar sus emociones.
Por último, aunque este es un tema delicado, cabe destacar que es de vital importancia que aquellas personas interesadas en iniciarse en la profesión investiguen y se formen en este ámbito. Esto hará que las nuevas generaciones de intérpretes marquen un punto de inflexión y, poco a poco, se vaya otorgando reconocimiento y visibilidad a la profesión, así como a las consecuencias que esta conlleva y el contexto que la rodea.