Para entender el valor añadido del SEO en las traducciones, ¿qué mejor que empezar por un caso real? ¡Así que allá va!
Hace unos meses, me contactó un amigo publicista encargado de desarrollar la estrategia publicitaria y la página web de una empresa cuyo nombre, lo entenderéis, prefiero no revelar. Lo que sí os diré, es que se dedican a la producción y venta de embutidos halal.
El trabajo era aparentemente sencillo: los textos españoles ya estaban traducidos al francés y sólo tenía que revisar la versión francesa.
Al día siguiente, recibí un archivo de Word y el acceso al CMS para poder trabajar y corregir directamente sobre la web. En el Word, venían ambas versiones. Antes de entrar directamente en el CMS, abrí el documento Word. Fue al abrir ese documento cuando me pegué el primer susto: ¡Vaya textos! Y no me refiero a la traducción, me refiero al original. Bueno, ¿a ver la web? Vamos a entrar en la web y en el CMS… ¡Ay, ay, ay! Pero, ¿quién me mandó a mí decir que sí a esto?
¿Por qué lamentaba haber dicho que sí? Pues porque…
Lo primero: los textos en español y en francés cometían un error de principiante. Aquello era una descripción densa y empalagosa de la empresa y de la ciudad en la que se fabrican sus productos. Me puse en la piel del que visita una web en busca de productos alimenticios halal y automáticamente, pensé: esto es como si te presentan a alguien en una fiesta y lo único que hace es hablar de sí mismo, de lo estupendo que es, de lo bien que lo hace todo… Estaréis de acuerdo en que es un pelín raro, por no decir sospechoso, ¿verdad?
No sé vosotros, pero yo me busco cualquier excusa para quitarme del medio. Pues el usuario de internet, cuando algo no le atrapa, es más borde aún y ni le hace falta una excusa: se larga en escasos segundos. Eso se conoce con el divertido pero fatídico nombre de “tasa de rebote”. Es decir, el porcentaje de veces que un usuario entra en una web y sale de ella en un tiempo récord.
Y, ¿por qué lo hace? Porque ni lo que cuenta esa web ni la manera en que lo hace lo atrapan. El que visita una web espera que se le hable de forma directa y sencilla. Solo puedes mantener su interés y su atención si vas directo a su corazón y a sus entrañas. La clave en un texto para web es saber demostrar al visitante que sabes qué le pasa y cómo puedes solucionarle la vida. Este truco lo usa la famosa pitonisa televisiva: “lo que te atormenta, Piscis”.
El SEO es más de lo que parece, requiere también saber quién es tu lector y demostrárselo. Hace tiempo que Google dejó de ser un robot tonto que escanea tus textos en busca de palabras claves. Google ya sabe medir tu relevancia y tu capacidad de retener a un visitante, tu habilitad para persuadir.
Esto, por lo que se refiere a los textos y la traducción SEO. Pero mis temores de que iba a descubrir otros problemas se confirmaron pronto: uso incorrecto de los H1, H2, H3, ni una sola meta descripción, ni una foto etiquetada, mal uso de las palabras clave o variantes, etc.
Ahora viene lo bueno, ahora es cuando empieza lo más desafiante y bonito de la traducción SEO
Entendí con una claridad meridiana lo valiosa que había sido mi formación en SEO. No se trata solo de traducir, se trata de reescribir en otro idioma con un desafío doble: por un lado, que el lector se enganche y, por otro, que Google te referencie. Vi como nunca antes la estrecha relación que existe entre la traducción y el SEO. De una parte, tenía que ser capaz de retener e interesar al internauta y de otra, saber dónde y cómo iba cada elemento según las exigencias de Google.
¿Lo bonito de esto? Ver cómo dos mundos, en apariencia opuestos, se reconcilian en la traducción para SEO. Por un lado, el mundo de la literatura y la prosa y, por otro, el mundo de las tecnologías y la lógica. ¿Cómo distribuir los títulos y los subtítulos? ¿Dónde colocar las palabras claves y sus variantes sin perder el interés del lector? Llegué a la conclusión de que la traducción y el SEO juntos conforman un arte, un arte muy valioso, característico del siglo veintiuno.
¿Y? ¿Qué pasó con aquella traducción? ¿Qué hubieras hecho tú en mi lugar?
Volviendo a los textos y a la web de alimentos halal, solo tenía dos opciones: la primera, callarme la boca, revisar la traducción al francés y cobrar cómodamente sin señalar nada. La segunda era arriesgarme a pasar por un pedante entrometido y advertir de los problemas de SEO que iba a tener esa web.
Opté por el riesgo de granjearme la antipatía del cliente o, cuanto menos, su más absoluto desprecio a mis observaciones. ¿Qué sabrá este traductor de productos halal? Decidí jugármela y compartir mis observaciones con la agencia de publicidad y con el cliente.
Lo cierto es que aquello salió mucho mejor de lo que esperaba. El cliente entendió muy rápido que sin un trabajo de traducción SEO y sin cumplir con los requisitos técnicos, su web acabaría rezagada en los últimos resultados de Google tanto en España como en Francia, por no hablar de la versión inglesa que iba de camino. Solo os diré que tuve más trabajo y que cobré más de lo que inicialmente estaba previsto.
¿Quieres empezar a aprender sobre traducción SEO? ¡No pierdas esta oportunidad!
¿Conclusión? Eso solo es el principio, hay unos 1.700 millones de páginas web en Internet, 3 millones de apps, sin contar todo lo que está aún por llegar. El mundo digital es global y cada vez más competitivo. Todos luchan por su puesto en los primeros resultados de Google y por convencer al usuario. El mundo de la traducción está cambiando inexorablemente y requiere un nuevo perfil de traductores. Traductores capaces de manejar el arte del SEO en todos sus aspectos. Traductores que garanticen no solo la calidad de lo traducido sino también el buen posicionamiento SEO de las webs y de la apps en sus versiones multilingües.