Hoy en día, la comunicación audiovisual está más fuerte que nunca y es clave para llegar a otros países y culturas. Estamos acostumbrados a consumir los contenidos doblados y subtitulados de forma fácil y rápida, sin darnos cuenta del extenso trabajo que hay detrás.
Tomemos el ejemplo de la subtitulación y sus innumerables entresijos… o “retos”.
Cuando vemos un contenido subtitulado, ¿cuántas veces nos damos cuenta de su traducción? Si la traducción y la subtitulación están bien hechas, nos limitamos a disfrutar de lo que estamos viendo, sin más. Como mucho, aprovechamos incluso para aprender el idioma original. Ese es el objetivo de cualquier traductor audiovisual: ofrecer un consumo inocuo en términos técnicos para que el espectador viva una experiencia lo más cercana posible a la original.
Por eso, el traductor audiovisual ha de conocer bien la cultura del país de destino para traducir correctamente las referencias culturales y su terminología. El espectador debe sentirse “en casa”. First things first. A partir de ahí, son todo matemáticas…
La subtitulación consiste en traducir y adaptar la traducción a los subtítulos contando con un tiempo y espacio determinados. El primer gran reto es la limitación de palabras. El espacio del que disponemos en la traducción se limita a dos líneas por subtítulo. Cada línea no debe tener más de 37 caracteres (aunque hay productoras que se decantan por 35 o incluso por 41 caracteres). En el caso en el que el diálogo sea demasiado largo, el traductor tendrá que decidir qué es lo esencial para plasmarlo en el subtítulo y qué es lo superfluo para omitirlo. Una vez que el cálculo de caracteres es constante, en muchos casos esto significa reescribir la traducción.
Otro retro del proceso de subtitulación es el pautado de los subtítulos, es decir el ajuste los tiempos de entrada y salida, necesarios para que exista una coordinación absoluta con el audio. Dentro de este ajuste, hay que tener en cuenta que:
- La duración de un subtítulo en pantalla debe tener duración mínima de 1 segundo y máxima de 7 segundos.
- Debe respetar los cambios de plano.
- La duración mínima entre el subtítulo que sale y el que entra no debe ser inferior a la de 2 frames, para evitar que se solapen.
Ahora, imaginaos subtitular una escena en la que 5 amigos conversan a la vez. ¿Ya entendéis por qué os hablaba de “matemáticas”?
Pues sí. Y eso que todavía no os he contado todo. Os doy un reto más: el texto.
- El texto tiene que ser natural y seguir las mismas reglas y convenciones del idioma de destino.
- Las dos líneas de subtítulos deben presentar un formato piramidal, es decir la primera línea debe de ser la más corta.
- Si es necesario cortar por ajuste, se omiten las redundancias, marcadores fáticos, interjecciones, vocativos y nombres.
- Si hay una conversación en la que hablan dos personas se utiliza el guion (-) para marcar el diálogo y diferenciar cada intervención. No se deja espacio ni antes ni después.
- En el corte del subtítulo, las unidades de sentido deben de permanecer unidas, es decir, no se puede separar un adjetivo y un verbo de su substantivo.
- Cuando el audio proviene de fuera de la escena (aparatos electrónicos, voces off, canciones, etc.) se utiliza la cursiva, para diferenciar del audio “real”.
- Los puntos suspensivos solo se utilizan en caso de que la oración presente una duda, un pensamiento inacabado, interrupciones claras, cuando un personaje empieza una oración que ha acabado otro o cuando no acaba de terminar su oración y es interrumpido por otro (por ejemplo, en el caso de que haya un narrador en voz en off que es interrumpido por un personaje que está en escena).
- Las comillas se utilizan en citas, extranjerismos, apodos, para resaltar palabras (humor, ironía, etc.), incorrecciones fonéticas y gramaticales o de un registro marginal que es distinto del diálogo.
- A partir del 20 los números se escriben en letra.
Ese es el objetivo de cualquier traductor audiovisual: ofrecer un consumo inocuo en términos técnicos para que el espectador viva una experiencia lo más cercana posible a la original.
Todo este proceso es capaz de transformar el acto de subtitular en una experiencia desafiante, fascinante y, para muchos, casi adictiva. La traducción (lenguaje) activa el lóbulo frontal izquierdo del cerebro y las estimaciones matemáticas necesarias para adaptar y ajustar los subtítulos hacen funcionar el hemisferio derecho. El cerebro no puede estar más feliz.
¿Quién se anima?
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