Suena raro, pero una traducción no se ha terminado cuando hemos traducido la última palabra y puesto el punto final. ¿Qué queda por hacer? ¡Revisar y corregir, duh! ¿Y esto lo tiene que hacer quien ha traducido? Pues sí y no. Veamos todas las opciones que se puede encontrar un revisor y corrector.
Todo el mundo conoce la típica traducción-pesadilla que hemos terminado con un resoplido y hemos enviado al cliente sin querer echar la vista atrás. Por duro que sea leerlo, la traducción contendrá frases como esta:
«Una alegre y pequeña oleada de electricidad silbada por el despertador automático del órgano de ánimos que tenía junto a la cama, despertó a Rick Deckard» (A merry little surge of electricity piped by automatic alarm from the mood organ beside his bed awakened Rick Deckard[1]).
Afortunadamente, no sabremos de la existencia de una frase así en nuestra traducción, porque nos habremos ido de cañas; desgraciadamente, el cliente sí que lo sabrá.
Por este motivo, enviar sin revisar no es una buena práctica profesional. De hecho, la calidad de las traducciones se rige por la norma internacional ISO 17100:2015, que establece específicamente la necesidad:
- de que un traductor profesional compruebe la traducción;
- de que un segundo lingüista, como un revisor o corrector profesional, la revise exhaustivamente;
- de que se realice una corrección de concepto y una corrección de pruebas (cuando el cliente contrata estos servicios de valor añadido);
- y de que se lleve a cabo una verificación final.
Una editorial o una agencia de traducción, por ejemplo, tendrá que satisfacer todos estos puntos si se quiere adherir a la norma ISO que certifica la calidad de su producto. Sin embargo, un traductor o traductora que trabaja por su cuenta también debe proporcionar una traducción con un estándar de calidad propio y sin tener que adherirse a ninguna norma. Con ello, le ahorramos al cliente, en caso de que sea una empresa, al menos el punto 1) de la norma ISO; y si es un particular, le estamos dando una calidad similar a la norma ISO. Entonces, ¿qué hacemos y por dónde se empieza?
Un estándar de calidad es el resultado de un proceso prefijado de comprobación. Esto quiere decir que todas las traducciones deben pasar por el mismo proceso de revisión:
Revisión 1: revisar la traducción cotejando con el original y comprobando:
- que no falte texto: ¡solemos comernos palabras, frases, párrafos, incluso capítulos enteros!;
- y que la traducción sea la adecuada: ¿es extraño que un despertador «silbe» una oleada de electricidad? Pues quizás no hayamos traducido correctamente.
Revisión 2: revisar la traducción sin cotejar ya con el original, para comprobar:
- la ortografía y la gramática: como mínimo, habrá que pasar el corrector automático. ¿Os habéis fijado en la coma de la frase tomada como ejemplo?
- y que el texto en español sea idiomático (que «suene» a español): en la frase propuesta, todas las palabras son españolas. De hecho, ¡el corrector automático estándar no propone ninguna corrección! Y sin embargo, algo le pasa a esta frase. Stay tuned.
Este sencillo proceso, si lo adoptamos como estándar de calidad de nuestro servicio de traducción, hará que nuestro producto tenga siempre una calidad similar, lo que dará seguridad al cliente: y un cliente seguro de la calidad que va a obtener es un cliente que vuelve a solicitar nuestros servicios.
¿Pero qué hacemos si no nos da tiempo a pasar el filtro de calidad? No nos puede pasar. Tenemos forzosamente que prever cuánto tardaremos en aplicarlo en la negociación de los plazos y de la tarifa con el cliente. No cuesta nada informar al cliente de lo que incluye nuestro servicio; de este dependerá ponderar si prefiere una traducción sin proceso de calidad o con él.
A raíz de este proceso, quizás la frase del principio se pueda transformar en esta otra: «Una agradable onda de electricidad, puesta en marcha automáticamente por la alarma del órgano de ánimos, despertó a Rick Deckard.»
¡Ahora sí podemos enviar la traducción con confianza y tomarnos esa merecida caña!
Ex’s and oh’s!
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Próximas convocatorias: septiembre y noviembre
[1] Dick, Philip K. (1968) Do Androids Dream of Electric Sheep?