En el sector de la traducción y, en concreto, en el segmento de las licitaciones, es muy común tener que afrontar pruebas de traducción para las que, en la mayoría de los casos, no se facilitan más instrucciones que el tiempo —cronometrado— del test y sus detalles técnicos. Aunque recientemente es frecuente encontrarse con una herramienta de simulación de la prueba, con la que familiarizarse con el entorno informático, se trata de solo uno de los diversos pasos de la preparación completa de la traducción en sí, que queda completamente en manos del lingüista.
A fin de poder afrontar un ejercicio de tal tenor con la mayor de las garantías, es necesario adoptar previamente una serie de medidas que, con seguridad, nos ayudarán a acometer el texto original mejor y, sobre todo, más rápidamente, puesto que el tiempo concedido suele ser bastante ajustado.
En primer lugar, en la eventualidad de que nos faciliten las posibles temáticas del texto, deberíamos dedicar un cierto tiempo a indagar sobre las mismas. No es raro que la persona encargada de seleccionarlo se decante por una opción que, dentro del tema en cuestión, sea de relativa actualidad. La terminología es aquí de una importancia fundamental, puesto que, aunque un profesional debe conocer bien cómo y dónde buscar un término determinado, en la práctica solo podremos proceder de tal suerte en contadas ocasiones; lo contrario consumiría un tiempo del que simplemente carecemos.
A continuación, hemos de preparar el procedimiento de traducción en sí. Si bien cada lingüista tiene su manera de trabajar, debemos conocernos a nosotros mismos: si siempre realizamos una revisión final de todo el texto o si lo leemos en voz alta a fin de pulir la puntuación —una etapa que me permito recomendar especialmente—, no podremos pasar por alto esos pasos por falta de tiempo. Tal extremo echaría probablemente a perder toda nuestra labor previa y, como quizás sabréis, pocas cosas hay tan frustrantes como viciar una buena versión final con fallos de fácil detección o solución, como los ortotipográficos, gramaticales, etc.
Por último, ahora ya sí regresando a lo comentado en el primer párrafo, una vez familiarizados con los posibles ámbitos del texto de origen y tras elaborar un esquema con el tiempo que podemos dedicar a cada fase durante las pruebas de traducción, no está de más realizar una prueba práctica aplicando lo anterior. Qué duda cabe de que en el ámbito del test real nos podremos encontrar con contratiempos imprevistos, pero no redunda ello en menoscabo de la utilidad de saber ya de buena mano cómo gestionarlos. Un ejemplo muy claro (y corriente) lo representa el hecho de toparse con un fragmento que nos plantea serias dificultades: ¿perseverar y perseverar hasta encontrar una solución que nos satisfaga o bien dejarlo para más adelante, corriendo así el riesgo de «perder el hilo» del razonamiento que estamos plasmando del texto original? No hay una respuesta rotunda al respecto, pero el método de ensayo y error nos puede revelar, al practicar, con qué alternativa conseguimos mejores resultados.
Con este sencillo procedimiento, ya tendremos mucho ganado al abordar una prueba de traducción. Por lo demás, la templanza al aplicarlo y la confianza en las propias facultades pueden suponer la clave del éxito.