La traducción literaria (entendida como la traducción de una obra creativa, expresiva y estética) necesita un poco más de sofisticación en la búsqueda de posibles traducciones que un texto periodístico, por ejemplo. En este artículo, veremos tres problemas de traducción literaria a modo de casos prácticos (algunos de ellos vistos en clase) sobre léxico, gramática y sintaxis.
1) Búsqueda de la palabra adecuada (léxico)
A veces, no podemos adoptar para nuestra traducción la primera, segunda o tercera palabra del diccionario. Es el caso de este fragmento de Jane Eyre de Charlotte Brontë, visto en clase, en el que Jane recuerda su infancia en casa de los Reed, donde había tres niños más.
We had been wandering, indeed, in the leafless shrubbery an hour in the morning (…).
Para traducir wander como «caminar sin objetivo», tenemos varias palabras en español, según la intención y las circunstancias del sujeto: deambular o dar una vuelta; callejear (en una ciudad o pueblo); vagar o errar (si estamos desorientados); o vagabundear (si no tenemos techo). El problema es que se trata de niños que van vigilados por una niñera, Bessie. ¿Los niños deambulan, dan una vuelta, callejean, vagan, erran, vagabundean? ¿Y Bessie? No parece lo normal, puesto que la niñera debe tener cierto dominio de la situación; y si algo trasluce el verbo wander es precisamente falta de mando. Probablemente tuvo todo esto en mente una de las personas que tradujo este fragmento cuando propuso lo siguiente:
Por la mañana jugamos durante una hora entre los matorrales (…).
En clase se despertó el debate: más allá del tiempo verbal utilizado, debíamos encontrar una acción que realizaran los niños y que Bessie fuera capaz de autorizar bajo su vigilancia, sin hurtarle el significado a wander; se llegó a esta traducción (más o menos acertada):
Por la mañana habíamos estado correteando durante una hora entre los matorrales pelados (…).
2) Inserción funcional de palabras (gramática)
Al traducir literatura es cuando más se necesita la inserción de palabras que no añadan significado relevante, sino que faciliten la lectura y la comprensión de la obra. Veamos este ejemplo de Jane Austen en Pride And Prejudice y una de las traducciones propuestas:
Mr. Bennet was so odd a mixture of quick parts, sarcastic humour, reserve, and caprice that (…).
El señor Bennet era una mezcla tan rara entre ocurrente, sarcástico, reservado y caprichoso que (…).
Quizás a quien hizo la traducción no le resultara idiomático decir «El señor Bennet era una mezcla tan rara de ocurrencias, sarcasmo, reserva y capricho que (…)»; pero la solución no ha sido muy buena, al menos en español peninsular, donde tampoco sería idiomática. ¿Y si insertamos la palabra funcional «carácter»?
El carácter del señor Bennet era una mezcla tan rara de ocurrencias, sarcasmo, reserva y antojos que (…).
3) Conservación del ritmo y la estructura (sintaxis)
Si existe un texto donde deba mantenerse casi a toda costa el ritmo, es el texto literario, dada su función estética. Veamos este caso de traducción de un fragmento de M. Proust de À la recherche du temps perdu.
(…) Un jour d’hiver, comme je rentrais à la maison, ma mère, voyant que j’avais froid, me proposa de me faire prendre, contre mon habitude, un peu de thé (…).
La obra de Proust se caracteriza por la longitud extrema de sus frases, llenas de oraciones subordinadas, yuxtapuestas y coordinadas: se trata de «la firma de la casa». Sin embargo, el alumno o alumna que tradujo esta frase intentó hacerla idiomática en español:
(…) Un día de invierno, según entré en casa, al ver mi madre que tenía frío, me ofreció un té, contrariamente a lo que acostumbraba (…).
Releamos el original y la traducción. Se ha perdido completamente el objetivo estético «por olas» (encerradas entre comas) mediante el cual el pequeño Marcel pasaba de la calle invernal al té calentito de su madre. No había por lo tanto más remedio que mantener el ritmo original, es decir, la sintaxis:
(…) Un día de invierno, según entré en casa, al ver mi madre que tenía frío, me ofreció que tomara, contrariamente a lo que yo acostumbraba, un poco de té (…).
Estos tres ejemplos nos demuestran varias cosas: 1. Que no se puede traducir literatura con prisas; 2. Que debemos documentarnos correctamente; y 3. Que a veces la idiomaticidad le corta las alas a la estética. Todos son problemas que se tratan y resuelven en nuestro curso de Traducción Literaria. ¡Animaos!